jueves, 3 de septiembre de 2009

Lanzarote, la isla mágica

Este verano tuve la oportunidad de conocer por primera vez Lanzarote, esa isla de la que tan bien me han hablado no sólo mis amigos que ya habían estado por allí, sino también los medios de comunicación, sobre todo en los últimos meses con el rodaje de la última película de Almodóvar “Los Abrazos Rotos” o la vacaciones estivales del Presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero.
Tras poco más de dos horas de vuelo desde Madrid, aterrizo en la isla. Hace un tiempo espléndido ese día, hay calor pero nada que ver con las altas temperaturas que dejaba en la capital, y todo gracias a un aire fresco al que aquí llaman “alisios”, que se encargaba de suavizar el ambiente.
Me alojé en Costa Teguise, una tranquila zona turística de la isla en la que me dí el primer chapuzón en la playa que se encontraba justo al lado del hotel. Los primeros días los dedico a ver algunos de los Centros Turísticos que ofrece esta tierra; el primero al que me dirijo es al Parque Nacional de Timanfaya, al igual que cientos de turistas, como pude comprobar en la visita. Ahí tuve la oportunidad de disfrutar del famoso paisaje volcánico y rocoso que a uno le viene a la cabeza siempre que le hablan de Lanzarote, aunque verlo con tus propios ojos subido a un dromedario era todavía más impresionante.
También en estas vacaciones dediqué un par de días a conocer el norte de la isla, pues es aquí donde se encuentran algunos de los lugares más bellos como es el Mirador del Río, situado en un risco desde el que se puede divisar la pequeña isla vecina de La Graciosa; Los Jameos del Agua, donde pude ver los famosos endemismos de cangrejos que por allí habitan; y la Cueva de los Verdes, haciendo un apasionante recorrido por un largo tubo volcánico.
Y ya el último fin de semana lo dediqué a conocer las playas del sur así como la zona centro de la isla, en la que yo destacaría el magnífico paisaje agrícola de La Geria, que refleja el ingenio y el esfuerzo de tanta gente del campo por sacar adelante sus cultivos; el Monumento al Campesino, una de las numerosas obras del artista César Manrique; y Arrecife, la capital de la isla, una ciudad abierta al mar que ha sabido combinar la tradición con la modernidad.
Y con este periplo se fueron rápidamente los días, y cuando me dí cuenta ya tenía que recoger la maleta y poner rumbo al aeropuerto. Atrás quedaban unos días inolvidables en una isla a la que estoy convencido que volveré.

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